viernes, 22 de junio de 2012

PARTIDOS POLITICOS


Se siente cada vez más cerca el devenir de las elecciones a la presidencia de la Republica. Y es que los candidatos a partir de su destape son parte de las notas principales en los medios de comunicación.

Al mismo tiempo salen las encuestas y predicciones por parte de los analistas de los posibles escenarios.

Por otra parte, los partidos políticos se encuentran en plena planeación de estrategias, pero más allá de todos ellos, se encuentra el ciudadano. Que sin duda alguna es el actor más importante, pues en sus manos está la decisión de escoger a quien mejor le convenga para tomar la responsabilidad de dirigir al país durante 6 años. El deterioro en la imagen que tienen los partidos políticos (que en la mayoría de los casos ha sido ganada a pulso) así como la casi nula interacción con la sociedad por parte de los mismos, es una situación que considero preocupante porque puede provocar un enorme abstencionismo que implique una sensación de falta de representatividad gubernamental legítima.

Para darnos cuenta de las cosas, interioricemos los tres principales contendientes a la elección del 2012, y nos daremos cuenta que las cosas no andan muy  bien que digamos.

El Partido Acción Nacional (PAN), ha perdido ese lazo que lo unía con la sociedad y que lo llevo en dos ocasiones a ganar la presidencia, desafortunadamente para Acción Nacional, pareciera que con la llegada de Felipe Calderón, se acabaron los liderazgos al interior del partido ya que este refleja la falta de liderazgo y personalidad.

Al PAN le urgen varios cambios tanto en su estructura como en su acercamiento hacia la sociedad.

Ahora hablando del Partido de la Revolución Democrática (PRD) la situación es más compleja. El caudillismo, la falta de una ideología única, las pugnas internas y la intolerancia de algunos de sus integrantes, han hecho que gran parte del electorado vea al partido como un organismo sin pies ni cabeza.

Al igual que el PAN, no se distingue una figura con el peso que debe tener un representante a la presidente de la republica.

Andrés Manuel ha sido la pieza clave para conseguir el voto de más de 14 millones de mexicanos, pero igual ha sido el responsable de la caída en las preferencias de los mismos. Su terquedad e intolerancia no parece ceder en sus intereses.

Claro que hay integrantes comprometidos con el propósito inicial para el que fue fundado el partido y tienen en sus manos la oportunidad de retomar el proyecto de izquierda que inició en 1988 con el nombre de Frente Democrático Nacional.

Por último tenemos al Partido Revolucionario Institucional (PRI), este partido no ha tenido muchos cambios, sigue manteniendo su estructura antidemocrática, basada en gremios  (sindicatos, organizaciones obreras y campesinas) y viene construyendo a su candidato desde hace seis años, los priístas ven en Peña Nieto la reencarnación del absolutismo tricolor en México.

Por el bien de todos esperemos que los partidos políticos ya hayan hecho una minuciosa reflexión sobre lo que verdaderamente necesita nuestro país ya que se nos está yendo de las manos.

jueves, 21 de junio de 2012

“NICOLÁS MAQUIAVELO: Una breve reflexion de su obra El Príncipe”


Suele atribuirse a Maquiavelo la frase “el fin justifica los medios”, lo cual es inexacto. Es común encontrar estudios de El Príncipe de Nicolás Maquiavelo sin que se considere su biografía, cosmovisión y contexto histórico.

Diversos autores y personajes políticos se han ocupado del estudio de El Príncipe como el caso del gobernador Napoleón Bonaparte, éste por ejemplo; es más calculador en sus comentarios respecto a las reglas políticas que debe seguir el gobernante.

Mientras Maquiavelo reflexiona con prudencia sobre los casos en las cuales el gobernante debe usar todos los elementos del poder a su alcance para conseguir sus pretensiones y satisfacer sus intereses, Napoleón por el contrario, no duda en recomendar y aplicar, tajantemente las medidas más directas para el logro de sus fines políticos.

Así mismo, Benito Mussolini, el polémico líder fascista de Italia en los tiempo de la Segunda Guerra Mundial, se dio el lujo de escribir un Prefacio a la obra El Príncipe de Nicolás Maquiavelo. Mussolini llegó a considerar al libro De Principatibus como una de sus obras muestras a seguir en la real politik.

Sin embargo, al igual que Napoleón, Mussolini se da el lujo de escribir sus comentarios sobre uno de sus libros preferidos. Ni Mussolini ni Napoleón fueron teóricos de la política, sino eficientes gobernantes, calculadores y pragmáticos lideres político-militares.

Como toda obra maestra El Príncipe ha sido comentada y discutida por protagonistas políticos e intelectuales desde el siglo xvi a la fecha.

El Príncipe es una obra dedicada a “príncipe” o “príncipes” de su tiempo. Maquiavelo fue adaptando las dedicatorias de su obra para varios gobernantes, hasta que finalmente entrega su opera massima de consejos políticos al afortunado gobernante en turno, expresándole que no posee nada mas valioso que el conocimiento de las acciones de los hombres, derivado dicho conocimiento de su vital experiencia de la modernidad y del estudio profundo del pasado. Maquiavelo se disculpa por escribir acerca de los Príncipes, siendo él parte del Pueblo. Sin embargo señala que para conocer  a los Príncipes hay que ser pueblo e inversa.

Maquiavelo recomienda en varias partes de su obra que se utilicen los medios más adecuados, disponibles para perseguir y conseguir los intereses políticos del Príncipe, es de ahí que se le atribuye el lema “el fin justifica los medios”.

La fortuna, según Maquiavelo, representa el 50% en la resolución de los avatares y conflictos humanos. El otro 50 % depende de la voluntad del hombre.

Critica a los Príncipes que basan su poder en la construcción de fortalezas y la erección de murallas, sin preocuparse por una cuestión más valiosa que las propias murallas y fortalezas: el no construir odios. Debe evitar todas aquellas cosas o actividades que le hagan ganar desprecio o el odio.

A Maquiavelo le interesa el estudio de la ciudad-estado, del gobierno eficaz, del Estado, La Republica y de las formas de gobierno y él mismo es un defensor de la Republica.

Es un observador neutral que propone un intento convincente de investigación y estudio de la realidad que analiza. Así, procura eliminar de su estudio de la política los elementos éticos y morales, observando, describiendo e interpretando los hechos y acciones de los hombres en las luchas por lograr y mantener el poder, pudiendo observar las guerras, asaltos, torturas y tácticas militares en la real politik de la Italia aun medieval, extrayendo así sus “principios” y/o recomendaciones para los Príncipes.

miércoles, 20 de junio de 2012

LOS VALORES DE LA EDUCACION


Sin una relación entre educación y valores no sería posible: comprender en su profundidad los procesos de escolarización, valorar la capacidad de las políticas educativas, evaluar de manera integral la calidad de la educación y, por último, pero no menos importante, atender con eficacia el desarrollo profesional de los docentes.

En relación con los valores de la educación, sin duda es más importante lo que hay que hacer que lo ya hecho; nuestro acervo histórico no deja duda de ello. Si hay cuestiones de la práctica social y educativa en las que se ve la inmensidad del discurso y la pequeñez de los esfuerzos, una de ellas corresponde a los valores de la educación. De los cortos o largos años transcurridos una cosa permanece segura: que la sociedad debe apoyar la educación con todo su poder, pues es por esa vía que una ciudadanía nueva puede construir una sociedad justa.

¿Por qué ordenar la búsqueda de los valores de la educación a partir de su base constitucional? Porque el trabajo de la escuela, como toda institución social, ha de servir para ejercer los derechos fundamentales, para la construcción de la democracia en cada tramo de la historia. De otra forma, ¿de dónde podría provenir un sentido humano y comunitario de la vida escolar? No tenemos excusa, no la hay para los políticos y gobernantes: la realización de la democracia no tiene un problema conceptual, sino uno práctico; el sentido está en los derechos humanos, y lo que se requiere es cambiar el sistema político para que sea factible seguir los valores del régimen de república democrática, representativa y federal.

En los valores de la educación está una de las posibilidades del Estado como comunidad de derechos, como comunidad de ciudadanos que dialogan.

Si por algo hemos de juzgar la eficacia de los gobiernos, ha de ser por la realización de estos valores.

Planear las necesidades del futuro es hablar de lo probable, pero también de lo posible. De nosotros, los educadores, depende una parte importante de que esta utopía se vaya realizando.

SISTEMAEDUCATIVO EN MEXICO


INTRODUCCION

La educación en México ha sido hasta hoy un motor del país hacia el desarrollo social, cultural, económico y productivo. Históricamente la educación ha sido considerada por diversos actores sociales (profesores, especialistas, estudiantes, autoridades educativas y organizaciones) como la punta de lanza del desarrollo del país. Se cree que la educación que se imparte en las escuelas es la responsable de que las personas sean malos ciudadanos, no encuentren trabajo o no sean capaces de desarrollarse profesionalmente, pero esto también es consecuencia del crecimiento de los individuos dentro de su familia. 

La familia es la base de la sociedad y por consecuencia también es responsable de la educación de las personas que viven dentro de ella. Actualmente la educación en México es ineficaz, porque en primer lugar los conocimientos que se imparten en las escuelas públicas no los lleva al individuo al logro de sus metas profesionales; y en segundo lugar, en este momento la mayor parte de las personas que quieren iniciar su educación superior no tienen esa oportunidad, ya sea porque su condición económica no se lo permite, o porque los conocimientos que adquirieron en su educación previa no son adecuados para aprobar un examen que es la puerta a su educación.



SISTEMA EDUCATIVO MEXICANO

El sistema educativo mexicano está compuesto por una gran diversidad de instituciones fundadas a lo largo de más de dos siglos. Aunque conservan algunas señales de sus orígenes y de los proyectos educativos que enmarcaron su nacimiento, las instituciones actuales han vivido diversas transformaciones bajo el influjo de las políticas educativas reformistas de distintas épocas y los cambios en la vida social, cultural y política del país. A partir de la década de los setenta la política educativa comenzó una nueva etapa reformista, que se acentuó en el último decenio del siglo xx, cuando se aceleró una serie de transformaciones en todos los ámbitos de la vida nacional y en un mundo que se ha globalizado y en el que la educación, la ciencia y los nuevos sistemas de información y comunicación tienen un papel central.

Educación básica

A partir de la década de los noventa se impulsó una serie de transformaciones en la educación básica y normal: se reorganizó el sistema mediante la descentralización y la redistribución de la responsabilidad educativa entre el gobierno federal y los estados; se amplió la educación obligatoria de seis a 12 grados (agregando a la primaria primero la secundaria y después el preescolar); se renovaron los planes y programas de estudio y se actualizaron los libros de texto de educación básica; se reformó el currículum de la formación inicial de maestros, y se ha ido configurando un sistema nacional de formación continua de maestros. Asimismo, se han mejorado, aunque con altibajos, los ingresos de los maestros y se implantó una serie de programas que han modificado las condiciones de trabajo del magisterio, como el de Carrera Magisterial y el examen de ingreso al servicio docente.

Comenzaron a ejecutarse varios programas educativos nacionales que buscan mejorar la calidad y equidad del sistema educativo. Además, la evaluación tiende a convertirse en uno de los instrumentos esenciales para la gestión del sistema educativo nacional.

Sin duda, el currículum es el corazón del sistema educativo. En un sentido amplio, comprende los contenidos educativos plasmados en los planes y programas de estudio, los libros de texto y otros materiales y dispositivos didácticos, la formación, la práctica docente y otros contenidos —valores, comportamientos— implícitos en la organización y vida cotidiana de las escuelas. La formación de valores es uno de los contenidos esenciales del currículum de la educación básica. Está prevista en asignaturas específicas (formación cívica y ética, historia, geografía, ciencias naturales) y como una serie de contenidos transversales en el resto de las asignaturas.

Una de las transformaciones más importantes del sistema en las últimas dos décadas ha sido la emergencia de la evaluación educativa como un instrumento estratégico asociado a la gestión, la rendición de cuentas, los incentivos y el control social sobre la educación. Felipe Martínez Rizzo y Emilio Blanco nos entregan un estudio sobre el desarrollo y los principales desafíos de la evaluación educativa. Analizan las primeras experiencias de evaluación en las décadas de los setenta y ochenta, la consolidación de los programas de evaluación de la Secretaría de Educación Pública (sep) en los años noventa, la participación de México en las primeras evaluaciones internacionales y la progresiva apertura en la publicación de los resultados.

Los maestros son el factor decisivo para el mejoramiento de la calidad educativa. En la última década del siglo xx se implementaron diversas políticas orientadas a mejorar el sueldo y la formación inicial y continua de los maestros. Además, en 1993 se implantó el Programa de Carrera Magisterial (cm), como una especie de escalafón paralelo al programa anterior, con el fin de estimular económicamente la labor docente a partir de la evaluación de diversos factores, entre los que sobresalen su formación inicial y continua y el aprovechamiento escolar de sus alumnos.

El financiamiento es uno de los principales problemas que ha afrontado el sistema educativo federalizado: insuficiencia de recursos, inequidad en la distribución de recursos federales a los estados y desigual esfuerzo de los estados en el financiamiento educativo.

En las últimas dos décadas la gestión del sistema educativo ha promovido una mayor participación social y se ha activado la participación de antiguos y nuevos actores que prácticamente habían sido excluidos en la definición de la política educativa. Entre los actores reactivados sobresalen los gobiernos de los estados, los partidos políticos, el Poder Legislativo, la Iglesia y los empresarios. Y entre los nuevos actores sobresalen los investigadores educativos, las organizaciones civiles y revistas y los foros educativos.

Aurora Loyo analiza la participación de todos estos actores y la del principal grupo de presión del sector educativo: el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (snte). La autora compara los tres “pactos políticos” que, en las dos últimas décadas, han sido consensados principalmente entre el gobierno federal y el snte: en 1992, el Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica (anmeb); en 2002, el Compromiso Social por la Calidad de la Educación y, en 2008, la Alianza por la Calidad de la Educación (ace). Desde la perspectiva de la autora, el anmeb y la ace son los más importantes por su contenido, consecuencias, actores y contexto social y político. Loyo concluye que el anmeb formaba parte de un impulso reformista mucho más amplio y fue firmado después de una intensa negociación entre la sep, el snte y los gobiernos de los estados; además, significó el fortalecimiento de la iniciativa educativa del Estado, la reorganización del sistema y el impulso de una serie de reformas educativas.

Por el contrario, según la autora, la ace fue “un arreglo transitorio” entre el gobierno federal y el sindicato, en el que el Estado “acusó una gran debilidad” y del que el resto de los actores fueron excluidos.

A partir de la federalización educativa, la sep comenzó a impulsar una serie de programas que buscaban ir más allá de la reorganización general del sistema y transformar también la gestión de las propias escuelas mediante diversas estrategias de intervención. Primero, en la década de los noventa se implantaron Escuela Digna, el Proyecto de Transformación de la Gestión Escolar y algunos de los componentes de los programas educativos compensatorios. Después, en 2001 comenzó a operar el Programa de Escuelas de Calidad (pec), que en 2006 había incorporado a alrededor de 20% de las escuelas públicas de educación básica.

Para ello, de manera voluntaria, cada escuela deberá elaborar en forma colegiada —con la participación de directivos, maestros, padres de familia y otros actores sociales— un diagnóstico, proyecto escolar y programa anual de trabajo en los que se precisen los insumos y acciones necesarios para mejorar el trabajo en la comunidad escolar y la calidad de los aprendizajes de los estudiantes. Aunque las escuelas cuentan con cierto margen de autonomía en la administración de los recursos y en la definición de los insumos y acciones, cada comunidad escolar tendrá que someterse a una serie de mecanismos de evaluación y rendición de cuentas. La federalización educativa de 1992 transfirió a los gobiernos de los estados las escuelas de educación básica y normal que hasta entonces habían estado bajo la administración directa del gobierno federal. Además, mediante una reforma jurídica —constitucional y legislativa— redistribuyó la responsabilidad educativa entre el gobierno federal y los estados.

Educación media superior

En los últimos años se ha intensificado la demanda por este nivel educativo, debido a la universalización de la educación básica en la segunda mitad del siglo xx y al aumento del número de jóvenes en la cohorte demográfica con edad para cursar la educación media superior. Además, al cambio de siglo, la educación media superior se ha convertido en una etapa clave dentro de la definición de la estructura de oportunidades, las opciones de movilidad social y las trayectorias de vida futuras para los jóvenes. Los cambios en la economía, las cohortes de edad y la estructura del empleo —y del desempleo— en nuestro país han provocado en los últimos años un amplio debate sobre la educación media superior y la necesidad de que este nivel educativo responda mejor a las necesidades de formación para la vida y el trabajo de los jóvenes del nuevo siglo.

A diferencia de los otros dos niveles educativos (básica y superior), la educación media superior (ems) históricamente ha tenido un perfil menos definido y se ha desarrollado de una manera mucho más errática en el último medio siglo.

A pesar de su masificación y de múltiples reformas a lo largo del siglo xx, aún es pequeño el número de jóvenes que ingresa y completa sus estudios de ems, conserva un currículum enciclopédico y sigue desarrollándose con base en una débil planeación. Además, la ems no ha podido superar los problemas de falta de identidad de una educación que, en algunos casos, es propedéutica para el ingreso a la educación superior, en otros, una opción terminal y profesionalizante y, en otros más, bivalente (propedéutica y terminal).

En la segunda mitad del siglo xx se acentuó aún más la diversificación de un nivel educativo que ya era diverso desde sus orígenes en otros aspectos, como su dependencia administrativa y sus planes y programas de estudio. Esto ha provocado, en palabras de Villa Lever, una “fragmentación jerarquizada” que reproduce los esquemas de estratificación social a partir de la diferenciación en la calidad y el prestigio de las distintas modalidades educativas. Todo esto dificulta la coordinación, regulación y gestión de la ems. Por otra parte, la expansión diversificada de la ems no ha dado los resultados esperados en cobertura, calidad, equidad y pertinencia.

Además, es perceptible una enorme desigualdad regional en la cobertura y una elevada deserción escolar que se traduce en la baja eficiencia terminal que no se ha logrado modificar desde 1980.

Algunos de los problemas más severos son la escasa cobertura, las altas tasas de deserción, la inequidad y la calidad. Para afrontar estos problemas se busca configurar un Sistema Nacional de Bachillerato que, sin suprimir la diversidad del sistema, imprima una base común a las distintas modalidades educativas y resuelva el problema de la dispersión curricular y el tránsito de los estudiantes entre subsistemas y escuelas. Con la implantación de un marco curricular común basado en el enfoque de competencias,  la reforma busca resolver el problema de falta de identidad de la ems y dar mayor sentido a la formación, al dotar a los jóvenes de las habilidades necesarias para su desarrollo y su inserción en el mercado de trabajo.

Esta reforma en la estructura curricular implica la necesidad de construir un nuevo andamiaje institucional para un bachillerato articulado, mediante una serie de reformas en la regulación, gestión y evaluación de este nivel educativo.

Las modalidades tecnológicas de la ems tienen ante sí el reto de consolidar un programa de formación que prepare a los jóvenes para el cambio tecnológico y les permita ajustarse de manera flexible a las demandas cambiantes del mercado de trabajo. Antonio Argüelles nos señala que uno de los principales problemas de la educación técnica —en México y el resto del mundo— ha sido su desfase con respecto a las nuevas formas de producción y requerimientos tecnológicos. Según Argüelles, el Colegio Nacional de Educación Técnica Profesional (Conalep) se fundó como una respuesta tardía a la demanda esperada de un modelo de sustitución de importaciones que se estaba agotando y no se anticipó el surgimiento de una nueva organización productiva, en el marco de un nuevo modelo basado en la apertura económica y una mayor competitividad internacional. Argüelles analiza las reformas que se realizaron en el Conalep en la década de los noventa, que llevó a su transformación de una modalidad terminal en bivalente (terminal y propedéutica), la reorganización y reducción del número de carreras, la reforma y flexibilización de los planes y programas de estudio y, finalmente, la federalización o descentralización de la institución.

Los trabajos que componen esta sección hacen evidente que la definición de una política educativa articulada para la ems tiene que considerar las necesidades y particularidades de las distintas modalidades existentes, aun cuando se trate de enfrentar retos comunes como el de la reforma curricular, la disminución de la deserción y los cambios en la gestión del sistema.

Educación superior

Desde la década de 1980 la educación superior ha vivido una serie de transformaciones en muchos aspectos: planeación, gestión, evaluación, personal académico y tamaño, diversificación y distribución regional. No obstante, al igual que en la educación media superior, la educación superior conserva algunos de sus rasgos de origen, como es su heterogeneidad, que se ha acentuado en el último medio siglo, y su segmentación histórica en tres grandes subsistemas: universitario, tecnológico y normal. El sistema de educación superior de ahora es también el resultado de la acelerada expansión no regulada de la matrícula de la década de 1970, la fuerte contracción del gasto público en educación superior de la década de los ochenta y las nuevas estrategias de planeación que comenzaron a implantarse en la segunda mitad de ese decenio y se consolidaron en los años noventa.

Este último impulso reformista ha buscado afrontar los múltiples retos de la consolidación académica de las instituciones de educación superior (ies), la creciente demanda social para ingresar a ese nivel educativo y atender la exigencia de recursos humanos calificados para la modernización económica del país.

El personal académico ha sido afectado por las políticas de educación superior y, en particular, por aquellas orientadas a modificar la relación laboral y la carrera académica.

En las últimas dos décadas, la educación superior pública también ha diversificado su organización y programas académicos, como lo muestra la fundación de las universidades tecnológicas (ut), los institutos tecnológicos regionales descentralizados y las universidades politécnicas. Pedro Flores Crespo analiza la fundación y los rasgos esenciales de las ut, que a partir de 1991 ofrecen una modalidad flexible que busca incorporar a la educación a jóvenes con mayores desventajas socioeconómicas y en regiones donde, a veces, esta modalidad es la única opción de educación superior. Además, se esperaba que las ut contribuyeran a formar a los técnicos profesionales que necesitaba la modernización económica del país. Hay estudios que demuestran que esta nueva modalidad ha ofrecido oportunidades educativas a miles de jóvenes en desventaja social y económica, pero no ha dado los resultados esperados. Es una modalidad educativa que tiene poco prestigio social, altas tasas de deserción y su peso dentro del sistema de educación superior es muy bajo y se encuentra prácticamente estancado.

Esto se debe a algunas deficiencias en su concepción: un currículum saturado de actividades escolarizadas, la inflexibilidad para continuar estudios de licenciatura en otras modalidades y la debilidad de los procesos de certificación.

CONCLUSION

Las políticas educativas impulsadas en México por los organismos internacionales han empujado de alguna manera reformas administrativas importantes. Nadie puede negar los efectos positivos de los proyectos y programas, se ha avanzado sobre todo en el marco administrativo en la descentralización, pues se busca que los recursos lleguen a donde se les necesita; se han impulsado procesos importantes de sistematización de información y se comienza a tener mayor conciencia sobre la necesidad de evaluar y del compromiso de la rendición de cuentas en todos los niveles.

Sin embargo, persisten problemas no sólo de perfeccionamiento de los proyectos y en las formas de focalizar, sino de resultados y de procesos.

Ante la débil demanda que busca estudiart en el modelo educativo, el gobierno se propone atraer jóvenes mediante el ofrecimiento de grados y títulos, lo que parece ser más una respuesta tardía y simplista que un cambio verdadero del Subsistema. Los cambios sustantivos que podría plantearse el Subsistema de las ut están basados en un análisis pormenorizado de la estructura de empleo en México y, sobre todo, en imaginar opciones educativas que sean formadoras de seres humanos con una mentalidad global, democrática y solidaria; es decir, una moderna concepción de lo que significa la educación en el siglo xxi.

En la perspectiva de una nueva gestión del logro educativo y de un sistema orientado a resultados, las políticas curriculares exigen también ajustes de conceptualización y apertura que permitan recuperar distintos aprendizajes acumulados en el diseño técnico y en los procesos de implementación, lo cual supone buscar opciones de innovación en los diseños institucionales orientados a mejorar los mecanismos de participación social y académica, a la puesta en marcha efectiva en las escuelas, al involucramiento de los distintos actores institucionales con especial énfasis en los maestros y padres de familia, los equipos directivos y de supervisión. Supone también el desarrollo de un esquema de trabajo institucional más articulado entre los distintos niveles de gobierno para lograr que las reformas lleguen efectivamente a las escuelas.

BIBLIOGRAFÍA

·         Argüelles, A. (1998). La educación tecnológica en el mundo. México : Limusa, 380 p.

·         Germán, Á. (1994). Sistema Educativo Nacional de México. Secretaría de Educación Pública y Organización de Estados Iberoamericanos. México D. F.

·         Ornelas, C. (1995). El Sistema Educativo Mexicano. México. Décima reimpresión.

·         Loyo, B.. (2003). Sindicalismo Magisterial y educación en un contexto de pugnas partidarias, en Bertussi, G.T. (coord). Anuario educativo mexicano: visión retrospectiva 2002.Mexico: UPN-La Jornada Ediciones. pp. 153-171.

viernes, 8 de junio de 2012

LA SOCIEDAD CIVIL

INTRODUCCION

Este ensayo va dirigido al tema de la sociedad civil ya que en los últimos años se le ha dado una gran importancia no solo en el ámbito político y social sino también en el académico ya que es una pieza clave para el desarrollo democrático de los Estados.

El surgimiento de la sociedad civil ha sido provocado y alentado por dos procesos históricos de la segunda mitad del siglo XX: a) la crisis del Estado benefactor europeo en los años sesenta y setenta, y su sustitución por los experimentos institucionales neocorporativos o neoliberales, y b) la caída de los regímenes comunistas en la ex Unión Soviética y en Europa del Este a fines de los años ochenta.

La sociedad civil liberal

El renacimiento de la sociedad civil es un fenómeno reciente. Cuando muchos ya la habían olvidado, se fortaleció y adquirió una creciente legitimidad pública.

Víctor Pérez Díaz propone un concepto restringido de sociedad civil que incluye la esfera pública y las instituciones sociales. La esfera pública forma parte de la sociedad civil porque ésta se compone de agentes implicados simultáneamente en actuaciones privadas y en asuntos públicos que sólo pueden ser conciliados mediante un debate público. Las instituciones sociales, por su parte, incluyen tanto a los mercados como a un conjunto de asociaciones voluntarias que compiten y cooperan entre sí.

Dentro de este esquema, el Estado y la sociedad están separados pero implicados en una serie de intercambios que se suscitan porque el Estado es a la vez un aparato coercitivo que garantiza la paz y un proveedor de servicios hacia la sociedad. En correspondencia, el Estado demanda de la sociedad su consentimiento hacia su autoridad. Mediante esta relación de mando y obediencia se configuran las distintas modalidades de intercambio entre el Estado y la sociedad: aceptación, consentimiento, rechazo, etcétera.

Este conjunto de relaciones de intercambio son analizadas por Pérez Díaz en las sociedades europeas posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Para el autor, a partir de los años cincuenta aumentó considerablemente el papel del Estado como proveedor de servicios, con lo que ocupó una posición cada vez más relevante en la vida económica y social de los países occidentales.

Sin embargo, señala Pérez Díaz, al equilibrio relativo de los años cincuenta y sesenta le siguió un período turbulento entre mediados de los sesenta y principios de los setenta caracterizado por la aparición de nuevos movimientos sociales, una grave crisis económica e incertidumbres políticas. La ejecución de políticas consecuentes con este diagnóstico puso en dificultades el compromiso social y democrático de los años cincuenta y sesenta. El equilibrio del Estado de bienestar se tambaleó y la respuesta no se hizo esperar: “Tuvieron lugar dos tipos de experimentos con el diseño institucional del Estado del bienestar: el desarrollo del neocorporativismo, que parecía mejor acomodarse a las tradiciones socialdemócratas y conservadoras; y el experimento de la privatización y expansión de los mercados abiertos, asociado a una filosofía política neoliberal”.

El neocorporativismo consistió en un espacio institucional de consulta entre empresarios y trabajadores, con la intervención del gobierno, para formular y ejecutar políticas socioeconómicas claves que pretendían mantener el compromiso social y democrático. El neoliberalismo tenía una filosofía distinta, según la cual la tendencia histórica al crecimiento del Estado debía de ser contenida y revertida. Desde esta visión la responsabilidad del Estado debía de ser reducida en favor de los mercados, es decir, de la capacidad autorreguladora de empresas, familias e individuos. Las políticas neoliberales tuvieron como objetivo establecer un marco de leyes e instituciones que permitieran a los mercados abiertos desenvolverse sin ningún obstáculo. A la par se instrumentaron políticas de liberalización y privatización cuyo objetivo era reducir la supervisión estatal de distintas actividades económicas.

Con el neoliberalismo no se ha fortalecido la esfera pública ni tampoco ha sido devuelto el poder al conjunto de asociaciones sociales y voluntarias sino a una oligarquía financiera. Los compromisos que anteriormente descansaban en el Estado han sido abandonados y dejados a las fuerzas del mercado, espacio antidemocrático ya que en él domina el capital de las oligarquías financieras a costa de los “individuos autónomos”. Los individuos no son más libres en este sistema ya que su esfera de libertad está en entredicho por una desigualdad de origen: la del mercado.

Ernest Gellner analiza el proceso de liberalización de las sociedades comunistas de la ex Unión Soviética y en Europa del Este. El primer intento de liberalización de las sociedades comunistas después de la muerte de Stalin, durante la apertura de Kruschev, se caracterizó por la retención de la fe original, por un deseo de liberarla de sus deformaciones internas, pero existía aún la creencia de que el comunismo podía ser eficaz y que moralmente era superior. En tiempos de la segunda liberalización, bajo Gorvachev, no quedaba nada de ninguna de esas dos ilusiones. Se necesitaba un nuevo ideal que se encontró precisamente en la sociedad civil: en la idea de un pluralismo institucional e ideológico, que impide el establecimiento del monopolio del poder y de la verdad, y que contrapese las instituciones centrales.

La práctica real del marxismo ha llevado a lo que Gellner llama el “cesaropapismo-mammonismo”, es decir, la fusión casi total de las jerarquías políticas, ideológicas y económicas. El Estado, el partido-Iglesia y los directivos económicos pertenecían todos a una única nomenclatura. Dicho sistema centralista dio lugar a una sociedad atomizada e individualizada que, lejos de crear al hombre nuevo, dio a luz a hombres cínicos, amorales y tramposos.

La sociedad civil gellneriana se compone de una pluralidad económica, política e ideológica de instituciones no gubernamentales suficientemente fuertes como para contrarrestar al Estado, aunque no impidan al mismo cumplir con sus funciones de garantizar la paz y ser árbitro de intereses fundamentales.

Entre la libertad y la igualdad, Gellner parece inclinarse por la primera, pero no a costa de la segunda.

La sociedad civil social-liberal

El renacimiento de la sociedad civil ha seguido diferentes senderos. Uno de ellos es precisamente el tomado por algunos autores posmarxistas o neomarxistas como John Keane y David HeId, quienes analizan a la sociedad civil europea en el marco de las discusiones sobre la opción socialista.

Por lo que respecta a Keane, el socialismo sólo puede tener perspectivas si deja de identificársele con el poder estatal centralizado y se le convierte en sinónimo de una mayor democracia, de un sistema de poder diferenciado y pluralista. Esta fórmula heterodoxa exige replantear la relación entre el Estado y la sociedad civil.

La distinción entre sociedad civil y Estado es analizada por Keane al abordar el caso del Estado benefactor al que denomina socialismo estatalmente administrado. Para el autor, el programa socialdemócrata, a pesar de sus avances, ha perdido atractivo en las sociedades occidentales porque no ha sabido reconocer la forma y los límites deseables de la acción estatal respecto a la sociedad civil. Este modelo incurrió en varios errores: asumió que el poder estatal podía hacerse cargo de la existencia social, por lo que alentó el consumo pasivo y la apatía ciudadana; fracasó a la hora de cumplir las promesas que alentó; su eficacia se vio debilitada por los intentos de ampliar la regulación y el control de la vida social mediante formas corporativistas de intervención que en vez de fomentar los intereses mejor organizados de la sociedad los supeditaron a los intereses del gobierno. En contra de lo esperado, estas formas corporativas no aseguraron mayor estabilidad política y social, sino que hicieron más vulnerable al Estado ante la resistencia y poderes de prohibición de los grupos sociales poderosos.

Keane sugiere que se adopten nociones más complejas de igualdad y de libertad. La distancia entre los que tienen y los que no tienen sólo puede eliminarse desarrollando mecanismos institucionales que distribuyan bienes diferentes a personas diferentes, de diferentes maneras y por razones distintas. Igualmente, las nociones de libertad simple deben ser reemplazadas por nociones complejas de libertad. Dicha libertad compleja implicaría un espacio en donde las posibilidades de elección fueran ampliadas mediante una variedad de esferas sociales y políticas en las que los grupos ciudadanos podrían participar si así lo quisieran. Pero, estas nociones de igualdad y libertad complejas podrían adquirir sentido práctico si estimulan un conjunto de reformas que permitan restringir el poder estatal y expandir a la sociedad civil.

En este sentido, la democratización socialista significaría mantener y redefinir las fronteras entre sociedad civil y Estado mediante dos procesos simultáneos: la expansión de la libertad e igualdad social, y la democratización y reestructuración de las instituciones estatales. Para llevar a buen puerto esta iniciativa se necesitaría reducir el poder del capital privado y del Estado frente a la sociedad civil, mediante luchas sociales e iniciativas políticas públicas que permitan a los ciudadanos intervenir en condiciones menos desfavorables en las esferas social y política y responsabilizar a las instituciones estatales ante la sociedad civil, redefiniendo sus funciones de protección y regulación de la vida de los ciudadanos. De esta forma, Estado y sociedad civil serían las dos caras de la moneda democratizadora.
David Held señala que para que la democracia renazca en nuestros días debe ser concebida como un fenómeno de dos caras: que se refiera a la reforma del poder del Estado, por una parte, y a la reestructuración de la esfera de la sociedad civil, por la otra.

Para Held, el principio de autonomía sólo puede llevarse a la práctica si se definen las formas y límites de la acción del Estado y de la sociedad civil, En muchos países occidentales los límites del gobierno están definidos en constituciones y declaraciones de derechos. Sin embargo, el principio de autonomía democrática exige que estos límites del poder público se revaloren en relación con un conjunto de cuestiones mucho más amplio. Si la autonomía significa “que las personas sean libres e iguales en la determinación de las condiciones de su propia vida, y que disfruten de los mismos derechos y obligaciones en la especificación de un marco que genera y limita las oportunidades a su disposición”, entonces dichas personas deben estar en condiciones de gozar estos derechos no sólo formalmente, sino también en la práctica diaria.

 Estado y Sociedad Civil

Necesitamos adoptar una perspectiva que no sólo valorice la sociedad civil y celebre su creciente protagonismo, sino que también colabore para politizarla, liberándola de los intereses particulares, aproximándola a los intereses generales, de la hegemonía del Estado.

El activismo civil funcionaría como una especie de fuente generadora de energía, con la cual se neutralizarían las maldades del sistema político. Por detrás de todo esto se despliega una visión falsa de las relaciones entre el Estado y la sociedad civil, que en lugar de ser vistas como estructura de unidad, adoptarían la imagen de una separación, de una ausencia de comunicación.

Pero la sociedad civil que emerge de esta visión es una sociedad civil despolitizada.

Concebida sin lazos orgánicos con el Estado, la sociedad civil no consigue aparecer como el terreno en el cual los grupos luchan por la hegemonía. Gramsci diría que los sujetos sociales se candidatean para la dominación y la hegemonía en la medida en que “se tornan Estado”. Sin Estado no hay sociedad civil digna de atención: sin Estado no puede haber hegemonía.

La sociedad civil no es inmediatamente política. La sociedad civil es el mundo de las organizaciones, de los particularismos, de la defensa muchas veces egoísta y encarnizada de intereses parciales. Su dimensión política requiere ser construida.

Es mediante la activación política que la sociedad civil se vincula al espacio público democrático. La politización de la sociedad civil, por lo tanto, resulta de luchas, de la evidenciación de identidades, proyectos y perspectivas que chocan y compiten entre sí. Y es sólo esta sociedad civil politizada la que se muestra capacitada para funcionar como la base de otro proyecto de hegemonía, como base de una oposición efectivamente libertadora, popular y democrática, ante las estrategias de dominación referenciadas por el gran capital. Solamente esta sociedad civil puede vislumbrarse como plataforma para que se rediseñe democráticamente el Estado para que se avance rumbo a una reforma cualitativa y sustantiva del Estado.

La comprensión de la dialéctica Estado-sociedad civil y la asimilación de un concepto riguroso de sociedad civil no son importantes sólo para que nos hagamos teóricamente más aptos para entender el mundo en que vivimos, sino que también son decisivos para que comprendamos el sentido mismo de la reforma del Estado que hoy se encuentra en pleno curso.

El problema de la disyunción entre política y sociedad civil. Es que nosotros nos volvimos modernos y globales casi simultáneamente. Nos fuimos modernizando al tiempo que nos fuimos globalizando. Es decir, fuimos condicionados, en primer lugar, por la nueva fase de ordenamiento de las relaciones internacionales y de organización del mundo, que se identifica con la afirmación de una hegemonía, la hegemonía del neoliberalismo, con su individualismo agresivo, su énfasis en el mercado y en la minimización de la presencia del Estado. En segundo lugar, vimos reducirse las bases de la soberanía, teniendo que asistir a una sensible disminución de la supremacía estatal vis-à-vis en el exterior y en el interior, con los individuos siendo proyectados como ciudadanos de un Estado que ya no logra imponerse sobre su propio territorio ni sobre los hombres y mujeres que en él conviven. En tercer lugar, nos globalizamos en el sentido de que fuimos alcanzados por el proceso de difusión de informaciones en una escala inédita, pasando a integrar una verdadera “aldea global” donde se opera en “tiempo real”, en la cual las informaciones circulan a una velocidad extraordinaria y entran en todas partes sin pedir permiso.

La reunión de estas tres vertientes constitutivas del proceso de globalización crisis de la soberanía, están generando en nuestros días, en todo el mundo, una especie de mentira de los institutos clásicos de la política. Ya no sabemos más cómo organizar los consensos y ya no poseemos más ciudadanos capacitados para reflexionar, ponderar y calcular con base en diseños razonables de futuro. La sociedad civil terminó, así, por entregarse a los intereses particulares más inmediatos que en ella conviven de modo competitivo, no dejándose alcanzar por ningún proyecto “general”: permaneció de espaldas a la política, incapacitándose para producir consensos o crear hegemonías. Con esto, la propia democracia tiende a fluctuar, a ubicarse por encima de la sociedad, a afirmarse sólo como un valor abstracto. El espacio de la política, a su vez, se convirtió en un espacio de la política como espectáculo. Más imágenes, menos “hechos”, menos ideas, menos opiniones sustantivas, menos protagonistas organizados. Las disputas electorales pasaron a hacerse mucho más con base en este juego de imágenes e informaciones que con base en la confrontación de opciones activadas por organizaciones políticas vinculadas a la sociedad civil. Se estrecharon así los lugares en que hubiera sido posible afirmar identidades colectivas y utopías, factores con los cuales proyectar el futuro.

Fue inevitable que nos encontrásemos con una separación entre lenguaje del Estado y lenguaje social. Acabamos, entre dos mundos que sólo se comunican con dificultad y que casi siempre compiten entre sí. El sistema dominante trata a la sociedad civil como fuente generadora de problemas para la gobernabilidad, o como expediente con el que se cuenta para intentar aliviar los costos del Estado.

La sociedad civil, por otra parte, se percibe como víctima de un Estado que todo lo exige y que poco consigue producir, responsabilizándolo por todos sus infortunios y por todo aquello que deja de hacer para atender las distintas carencias o por todo aquello que hace para ampliarlas. Pero no se trata de una sociedad que se proclamaría con vocación para autogobernarse: victimizada por el Estado por una parte y por otra parte, como una especie de niño indefenso incapaz de sobrevivir sin la tutela y la protección del Estado. Se desea “menos” Estado para ciertas cosas, pero mucho “más” Estado para otras cosas. Todo depende del grupo que demanda, de la naturaleza de las reivindicaciones, de los intereses en juego.

En una situación en la cual se profundizan y se congelan tales oposiciones entre sociedad civil y Estado, ¿qué tipo de consecuencias se produce? En primer lugar, aumentan las posibilidades de que se generalice la idea de una sociedad civil “sin Estado”, desprovista de formas de mediación, que se representa a sí misma todo el tiempo, y que por lo tanto nunca se representa de hecho, en la cual los intereses particulares, combaten unos con otros por motivos no muy nobles; un espacio en el que imperaría la ley del más fuerte y donde los intereses de los más fuertes se afirmarían ante los intereses de los más débiles. Con lo que quedaría imposibilitada la resolución del problema de saber quién organiza a los desorganizados y dirige la sociedad civil, o sea, quién direcciona los intereses hacia nuevas formas de equilibrio o de compensación. En suma, en esta imagen salvaje, permanece sin saberse qué instancia reuniría las condiciones para “obligar” a los diversos intereses particulares, afirmados siempre de modo imperial y agresivo, a integrar una comunidad política que los igualaría y equilibraría.

 También queda sin condiciones para ser resuelto el problema de saber quién “protege” los intereses de los más débiles o garantiza las conquistas sociales acumuladas a lo largo del tiempo. En el límite, por consiguiente, en un escenario en el cual Estado y sociedad civil son mundos separados, se torna extremadamente difícil la afirmación política de la sociedad civil, es decir, la afirmación de nuevas hegemonías.

 En segundo lugar, aumentan también las posibilidades de que se materialice un “Estado sin sociedad civil”, o sea un Estado omnipotentemente concentrado en sus poderes ejecutivos, vacío de política, racionalmente gerencial, concebido a lo más como defensor de una democracia minimalista y de una sociedad civil capacitada para firmar “sociedades” o actuar en procesos de “descentralización participativa” meramente protocolares.

 Conclusión

La sociedad civil a lo largo del pensamiento político experimenta una gradual independencia de la economía o el mercado, así como del Estado. El desarrollo del concepto en la modernidad desemboca en una sociedad civil entendida como un ámbito autónomo, que incluye elementos distintos a los de las otras esferas de la economía y del Estado y opera con lógicas de funcionamiento propias.

El concepto de sociedad civil, además de su recorrido complejo y de sus constantes cambios de significado experimenta en la actualidad otra situación que amenaza su posibilidad de consolidación como potente herramienta analítica: la constante evocación de la sociedad civil como bandera de lucha, como parte de un discurso movilizador utilizado, desde los movimientos de oposición a los regímenes autoritarios, tanto en Europa de este como en los movimientos latinoamericanos contra las dictaduras y la actual sobreexplotación del término, comúnmente utilizado por periodistas, líderes políticos y otros actores, han contribuido a la ambigüedad del concepto de sociedad civil.

El camino que ha recorrido la sociedad civil va adquiriendo múltiples significados, según el momento histórico en que se utiliza el concepto.

Bibliografía

Gellner, Ernest, Adam Ferguson y la sorprendente solidez de la sociedad civil, en Revista Metapolítica, Vol. 1, Nº2, Junio 1997, pp.199-210.

Gramsci, Antonio, Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno. Traducción de José Aricó. Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires,1972.

Olvera, Alberto J. (coordinador), La Sociedad Civil: De la teoría a la realidad, Centro de Estudios Sociológicos, El Colegio de México, México, D. F., 1999. (Varios autores).

¿SOCIEDAD CIVIL EN MEXICO?

Hoy en día en cualquier discurso politico es común escuchar mencionar la palabra "sociedad civil".

Pero ¿Qué es?, La sociedad civil es donde nos organizamos con nuestros semejantes para tratar temas de interés común: como las mejoras en las escuelas de nuestros hijos, que son asociaciones de padres, la ayuda a los necesitados  que son sociedades de apoyo, grupos para cuidar el medio ambiente o para luchar por los derechos humanos. Junto con el Estado, compartimos el interés por el bien común, pero a diferencia del Estado no buscamos el poder.
Con las empresas, la sociedad civil comparte el mundo de la libertad, pero a diferencia de las empresas no buscamos la ganancia, por eso algunas de las asociaciones civiles se llaman asociaciones no lucrativas. En la sociedad civil se encuentran instituciones tan importantes como las iglesias, las universidades, las fundaciones, los clubes deportivos, las organizaciones vecinales, las organizaciones profesionales. También los medios de comunicación forman parte de la sociedad civil, siempre y cuando antepongan sus responsabilidades sociales a sus intereses comerciales. Hay medios de comunicación que legítimamente son empresas, pero hay otros medios de comunicación que han decidido ser sociedad civil.
Es bastante lógico que la mayoría de la población que carece de capital social no piense a veces si quiera en recurrir a las autoridades para resolver un problema determinado. Por eso es tan importante cuando hablamos de sociedad civil, colocarnos en un terreno donde la fragilidad institucional del Estado, la ausencia de un estado de derecho operativo y la enorme generalización de la pobreza hacen que para la mayoría de la población, actuar como sociedad civil sea casi imposible. Y eso es importante entenderlo, para entender mejor a nuestro país.
 El candidato presidencial del Partido Nueva Alianza (Panal), Gabriel Quadri de la Torre, durante su participación en la Primera Cumbre Ciudadana, intentó dar cátedra sobre las funciones y misiones de la sociedad civil.
“Comparativamente con otros países, somos una sociedad civil muy tenue, muy somera, con grandes huecos. Somos una sociedad poco participativa, que poco contribuye al bienestar común, que pocas veces se organiza, coopera y toma iniciativas.”
Eso sí, defendió el manejo de plazas docentes por parte del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).
Lo cual, Alberto Serdán, de la organización Mexicanos Primero, se levantó y le dijo que con sus palabras “ofende a la sociedad civil”, y le explicó a Quadri que el asunto de las plazas puede cambiar si se deroga el decreto presidencial de 1946 y el de 1973.
“No controlado por el sindicato, ni por comisiones mixtas. Tienen que eliminarse las comisiones mixtas que actualmente existan para que las plazas docentes, el ingreso, la permanencia, los estímulos y la promoción de los maestros sea por méritos académicos y no por lealtades políticas, ni sindicales”
 En México es común encontrar, dentro de los tipos de organizaciones civiles, a los sindicatos como actores sociales que, en esencia son instituciones sin fines de lucro pero que finalmente actúan para su conveniencia y a favor de sus necesidades, con beneficios exorbitantes para unos, y muy pobres para otros; donde el oportunismo y la corrupción predominan.
Otro tipo organización muy común dentro de la sociedad civil mexicana son los movimientos campesinos que, por su complejidad, son difícilmente clasificados bajo el rubro de la sociedad civil, pero al fin y al cabo actúan como eso.
El caso de las organizaciones campesinas es muy peculiar. La sociedad rural se encuentra organizada.
Existen 27 organizaciones campesinas de carácter regional y nacional que participan en el Consejo Nacional para el Desarrollo Rural Sustentable (Sagarpa, 2006); además, en México hay más de 33,845 sociedades rurales de carácter económico productivo (RAN, 2006). En los años recientes el contexto en que se desempeñan estas organizaciones ha estado sujeto a transformaciones económicas y políticas que han tenido como consecuencia obligada la transformación en la orientación y métodos de las organizaciones de estas.